TAIZÉ

Los jóvenes y la oración en Taizé

 
Uno de los hermanos reflexiona acerca de la participación de los jóvenes en la oración. Hace hincapié en tres dimensiones de la oración de Taizé que, a su parecer, hablan sobre la búsqueda de los jóvenes.

Tres veces al día, todo se para en la colina de Taizé: el trabajo, los estudios bíblicos, los pequeños grupos de discusión. Las campanas llaman a todos a la iglesia para rezar. Cientos, miles, a veces, de jóvenes de diferentes países a través de todo el mundo rezan y cantan con los hermanos de la comunidad. Cantos cortos, cantados una y otra vez; pocas palabras que expresan una realidad fundamental que la mente atrapa con facilidad. Luego, se lee la Biblia en varios idiomas. Al corazón de cada oración, un largo momento de silencio ofrece una oportunidad irremplazable de encuentro con Dios.

A nosotros, los hermanos, nos impresiona la capacidad de la gente joven de permanecer en la iglesia durante horas en silencio o acompañados por los cantos meditativos. Ellos mismos se sorprenden al darse cuenta de cuanto han rezado en Taizé. Cuando les preguntamos, en los encuentros que hacemos hacia el final de su estadía, que fue lo que mas los marcó, la respuesta llega rápido, sin titubeos: ¡“la oración”! ¡Y eso que la mayor parte de los que hablan con tanto entusiasmo de la oración, al menos a primera vista, distan mucho de ser expertos! Esto es aún mucho más extraordinario.

Nosotros mismo, una vez más, permanecemos atónitos. ¿Que es lo que les permite a los jóvenes abrirse verdaderamente a un diálogo interior en la oración? ¿Como podemos hacer que descubran, mismo sin saber como rezar ni saber que pedir o que esperar, que Dios ya ha puesto en ellos un deseo de comunión?

Sin ser capaz de dar respuesta a estas preguntas puedo, sin embargo, mencionar tres aspectos de la oración en Taizé que a mi parecer repercuten en la búsqueda de los jóvenes: una oración accesible, una oración meditativa y una oración del corazón.

Una oración accesible

La forma de rezar de la comunidad ha cambiado bastante con el transcurso de los años; se ha ido simplificando. El hermano Roger hacia mucho hincapié de que nada en la oración apareciera como inaccesible. Por ejemplo, para él, leer un texto muy largo o complicado podría mantener a la gente lejos de percibir esa relación de amor que la presencia del Espíritu Santo nos ofrece en la oración.

Esta preocupación de poder compartir una experiencia interior accesible a un gran número, es la razón por la cual la comunidad a desarrollado esta manera de rezar con simples cantos meditativos. No todo fue adaptado para los jóvenes. Los cantos de Taize no están escritos al estilo de las canciones de los jóvenes. Creo que nuestros cantos están profundamente arraigados en la tradición monástica. A través de su vocabulario, que es el de los Salmos, que corresponde a la larga tradición de oración cantada que comenzó en las primeras asambleas de Israel. También, por su carácter meditativo, y mismo, repetitivo. La comunidad empezó cantando salmos y es lo que hoy aún hace. Pero mas que cantar todo el salmo, lo que hacemos es concentrarnos en un solo versículo, lo meditamos juntos dejando que resuene en nosotros y que encuentre experiencias que iluminar.

Lo que sorprende a los jóvenes en Taizé, es quizás el sentir que nos esforzamos para hacer las expresiones de fe lo más simple posibles, sin por eso alivianarlas. De manera instintiva sienten que la oración que les proponemos no es una traducción en su propio idioma de una realidad que les es ajena, sino, más bien, una invitación a buscar qué los empuja a ir más allá de ellos mismos; poniendo en sus labios palabras de otra época, son como forzados a descentrarse, a vaciarse. Los jóvenes son muy intuitivos al respecto. Pueden distinguir discursos repletos de ellos mismo de aquellos que crean un espacio, un lugar, al dejar a un lado sus seguridades. Quizás sienten que como comunidad, adaptando la oración a su presencia, queremos ensanchar nuestro camino, extender a todos la intimidad que quisiéramos vivir con Dios. De esta manera es muy importante que los cantos sean sostenidos por todos y no solamente por los solistas o cantantes que dejarían a la asamblea sola la parte del coro.

Una oración meditativa

Rezar con las canciones de Taizé es también meditar con la Biblia. Me sorprendo tanto, el día de Todos los Santos, cuando nuestra iglesia se llena de jóvenes de liceo franceses que cantan, casi de manera natural, palabras como “Que me regocije y me alegre en tu amor” provenientes de uno de los mas recientes cantos en francés. Tengo la impresión, que repitiendo uno o dos versos, la canción les abre como un acceso directo a la Palabra de Dios permitiéndoles interiorizar e incorporar la belleza, y a veces la aspereza, de las palabras bíblicas. Luego, cuando las palabras conocidas de memoria son redescubiertas al leerlas, muchos textos son iluminados con una luz inesperada.

A veces me pregunto si nuestra manera de cantar no es un especie de introducción a la lectio divina, me refiero a esa manera de leer la Palabra atentivamente que abre un espacio que deja al texto resonar en todas sus dimensiones. Los judíos hablan de “masticar” la Torah. Un rabino, citado en una colección de textos judíos de los primeros siglos después de Cristo, dice «Da vuelta a la Torah de una lado al otro, en todos las direcciones, porque allí se encuentra todo, ella sola te dará conocimiento verdadero. Persevera en su estudio, no la abandones nunca; no puedes hacer nada mejor.» (Mishna Aboth 5, 25). En Taizé, la repetición de los cantos es como masticar, respirar la Palabra.

Una oración del corazón

Otro aspecto que me impacta, al escuchar a los jóvenes hablando sobre la oración en Taizé, es que el tiempo de silencio en el medio de la liturgia les da la posibilidad de inclinarse sobre lo que los habita. Saben bien como describir lo que el silencio hace posible: “escuchar al corazón”, “pensar sobre tus problemas”, “vaciar la mente”, “hacer una pausa”, “volverse sobre si mismo”, “dejar caer las mascaras”… Cuando están juntos no tiene miedo al silencio. Sin embargo al principio la mayoría admite que diez minutos son muy largos, pero poco a poco comienzan a llenarse por si mismos.

Me pregunto si lo que tratan de expresar no se corresponde a lo que los cristianos orientales llaman la “oración del corazón”. «Guarda tu corazón dice el libro de los Proverbios, porque de él brotan las fuentes de la vida. (Proverbios 4,23)»
El corazón, en la Biblia, es el centro de los seres humanos, el punto donde todas las energías convergen. Para los monjes de la tradición Oriental rezar repitiendo una frase corta pero coordinada con el ritmo de la respiración es primero y por sobre todo la oración del corazón, o en otras palabras, un esfuerzo de unificar todas las energías permitiéndoles pasar a través del fuego del corazón hasta el crisol del amor. Unificando los sentimientos, las energías, el corazón se vuelve el lugar donde las buenas intenciones pueden brotar como agua purificada. La oración como despertar y escucha nos permiten concentrarnos, re-centrar nuestros propios deseo y sincronizarlos con amor. La oración es preparar el corazón a la vigilancia que el amor requiere.

A través del canto y el silencio, los jóvenes descubren que son capaces de tener un nuevo corazón, más simple en el sentido fundamental del término, es decir, un corazón sin pliegos, un corazón al descubierto. Los primeros cristianos hablaban de la oración como de una manera quemar la “grasa espiritual” que pesa sobre nuestros pensamientos y deseos. La imagen de los pliegos es igualmente significativa: un corazón desplegado es un corazón que mira lo esencial, un corazón que se queda cerca de sus deseos, y de esta manera descubre, con claridad, como Dios lo llama a ser creativo. «Cada deseo que nos habita y que llama a Dios es oración. Tu deseo es oración. Hay una oración interior que nunca se interrumpe: tus deseos. Entonces, si quieres rezar nunca dejes de desear.» ( San Agustín, Comentario del Salmo 37)

Sin trabas, abierto a una transparencia, el corazón aprende como hacer madurar decisiones e intuiciones y a trazar las líneas de un camino de vida. Pero discierne también las situaciones delicadas y callejones sin salida. En este sentido espero que los jóvenes lleguen a comprender que «Rezar no nos aleja del mundo. Por el contrario, no hay nada más responsable que rezar, Tanto más hacemos nuestra propia oración simple y humilde, más somos empujados a amar y a expresarlo con nuestra vida.» (Hermano Roger, “Carta 2005, Un Futuro de Paz.”)

Por medio de estas tres dimensiones de la oración que intentamos compartir y vivir con lo jóvenes: “descentrarse” uno mismo, “masticar” las Escrituras y la “escucha vigilante” del corazón, nuestro deseo más profundo es hacer perceptible la convicción que el hermano Roger nos dejó en su última carta carta inacabada:

Si cada uno comprendiese: Dios nos acompaña hasta en nuestras insondables soledades. A cada uno le dice: «Tu cuentas mucho a mis ojos, tu eres precioso para mí, y te amo.» Sí, Dios no puede más que dar su amor, ahí está el todo del Evangelio.

Última actualización: 9 de febrero de 2006