Nos volvimos hacia el Señor, el Dios de nuestros padres, y escuchó nuestra voz. Vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y nos sacó del país de nuestra esclavitud.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para reanimarlos en tiempo de hambre.

El pueblo de Dios no tuvo sed cuando caminaban en el desierto pues el Señor hizo brotar agua de una roca.

Que nadie os juzgue sobre lo que coméis o bebéis, ni por fiestas, lunas nuevas o sábados. Eso era sombra de lo que tenía que venir; la realidad es el cuerpo de Cristo.

Recordad los primeros días, cuando recién iluminados por la fe, sostuvisteis el duro combate de los padecimientos. aceptasteis gozosos que os privaran de vuestros bienes, sabiendo que poseíais bienes mayores y permanentes.

El Señor dijo a su pueblo: Me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados que no retienen agua.

Nos ven como tristes, cuando siempre estamos contentos; como pobres, cuando hacemos ricos a tantos; como que no tenemos nada, cuando lo tenemos todo.

Jesús, tomando consigo a Juan, Pedro y Santiago, subió a la montaña para orar. Y ocurrió mientras oraba que el aspecto de su rostro cambió. Se formó una nube que los cubría, y de ella salió una voz que decía: Este es mi hijo, mi elegido. Escuchadlo.